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Vivir de amor


“Puede que no podamos escoger la manera en la que sentimos, lo que deseamos, pero podemos elegir lo que hacemos con esos sentimientos y deseos”. J. Weeks.

Morir de amor. Extraña pareja la muerte y el amor, pero todavía hoy atribuimos al amor la capacidad de “lo peor” a pesar de que todas y todos lo buscamos por “lo mejor”.

El Programa Por los Buenos Tratos, que impulsa la ONG acciónenred desde el año 2005, viene reflexionando sobre amor y pareja, las relaciones de género y la gestión de los conflictos como piezas clave para la prevención de la violencia sexista en la pareja. Por ello, vamos a recoger algunas de sus ideas de cara a una celebración del Día de los Enamorados en donde adquiramos compromisos de Buenos Tratos con nuestras parejas, un ingrediente que dará más sabor a nuestras relaciones.

Les propongo “vivir de amor”, es decir, vivir el amor como se merece (como nos merecemos). Esto tiene dos pasos principales, el resto es cosa de cada quien. El primero, nos lleva a desvelar algunas ideas que sostienen en la actualidad los mitos del amor como fusión, cuya forma gráfica son las “medias naranjas” pero cuyas implicaciones van mucho más allá de la vitamina C:

  • El amor de pareja como condición necesaria y suficiente para ser feliz, poniendo por delante de la calidad de las relaciones el hecho de TENER pareja. Esta cuestión nos ha pesado de forma especial a las mujeres como se visibiliza en películas como La boda de Muriel (P. J. Hogan, 1994) o El diario de Bridget Jones (Sharon Maguire, 2001) donde el objetivo vital de las protagonistas es conseguir marido.

  • Se concibe a la otra persona como propiedad: uno forma parte del otro. Un buen ejemplo son “los candados del amor” en los puentes, ritual que nace de la novela de Federico Moccia Tengo ganas de ti (2006). Una muestra de amor que se representa en la cerrazón de un candado sin llave. En este sentido, también se da cierta “carta de naturaleza” a los celos y, por tanto, a las conductas de control hacia la pareja que pueden derivarse de estos.

  • Se niegan o invisibilizan los conflictos porque se entienden como una amenaza para el amor. Aquí tenemos la mítica frase “amar significa no tener que decir nunca lo siento” de la película Love Story (1970) escrita por Erich Segal y dirigida por Arthur Hiller, que corta toda posibilidad de gestión del conflicto para la negociación de salidas constructivas.

  • Relaciones de género rígidas, donde hombres y mujeres cumplen “su papel” el cuál es opuesto y desigual. Esto se asocia también a la invisibilidad y discriminación de las relaciones amorosas no heterosexuales como el homoamor o el poliamor (otro día hablamos de esto).

  • Pasión y deseo constantes e inalterables al estado de enamoramiento. Tendemos a pensar que cuando hay disminución del deseo en nuestra vida de pareja esto es sinónimo de “se acabó el amor”, pero este no es una medida del amor. El deseo puede variar en la vida de pareja y también varía de una persona a otra. Por otro lado, el deseo, como el amor, hay que cuidarlo y alimentarlo.

Estas ideas sobre el amor como fusión las arrastramos todas y todos en nuestra carga de aprendizajes sociales, pero ni se corresponden con la diversidad social ni nos determinan. Aquí tenemos el segundo paso: podemos elegir desprendernos de ellas. En esa elección aumentamos las posibilidades de tener vivencias del amor y la pareja más positivas, respetuosas, igualitarias y que nos reporten mayor satisfacción. Amores no fusionales sino convergentes en donde personas autónomas deciden libremente qué esferas de sus vidas comparten, y en qué condiciones, con las personas a las que aman. Este es el arte del equilibrio entre la autonomía y cuidarse mutuamente, desde la convicción de que los amores con buenos tratos saben mejor: echémonos a andar.

Para conocer algunas de las reflexiones sobre el amor del Programa Por los Buenos Tratos:

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