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Cuando el deseo se va


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Fotografía de Will Cotton

La falta de deseo, también llamada falta de líbido, inapetencia sexual o deseo sexual hipoactivo, es una de las consultas sexológica más frecuentes, principalmente de las mujeres, aunque va en aumento esta demanda en los hombres. El aspecto central de las dificultades con el deseo es que no se tienen ganas de tener contactos eróticos, principalmente el coito, con la pareja.

El deseo erótico es bastante complejo, sus muchos los factores que intervienen en él haciendo que tenga más o menor intensidad. Algunos aspectos que pueden influir en el deseo son:

  • un estilo de vida estresante que arrastra cansancio y sobrecarga tanto a nivel laboral como familiar, las tareas domésticas, cuidados a familiares en situación de dependencia, etc.

  • estar pasando por un momento crítico a nivel personal, laboral o familiar, como una pérdida, inseguridad laboral y/o dificultades económicas (especialmente acuciante en estos tiempos), la enfermad de un familiar

  • algunas enfermedades, problemas orgánicos o medicamentos pueden afectar también al deseo

  • tras el parto, el cambio de enfoque de la pareja hacia el bebé, la vivencia de los cambios corporales por parte de la mujer, la adaptación a los cambios y reorganización de los tiempos, el cansancio, la lactancia materna y el efecto de la hormona prolactina, etc.

  • que las relaciones eróticas no sean placenteras o no se vivan de manera satisfactoria, por rutina, empobrecimiento erótico o por otras dificultades sexuales.

  • La marcha de la relación de pareja de manera que la falta de intimidad, no sentirse atendido o atendida por la pareja, la falta de atracción, la distancia emocional, las dificultades en la gestión de los problemas, etc. tendrán su influencia en la falta de deseo.

Es habitual que sean varios los factores que intervienen en el mismo problema, o que a medida que pasa el tiempo, se vayan sumando otros, lo que añade complejidad. Por ello, es recomendable consultar cuanto antes a un especialista en sexología y comenzar el proceso de asesoramiento sexual y de pareja.

Cuando una dificultad en el terreno de la erótica es percibida como un problema, se genera un conflicto en torno al contacto erótico, por lo que se tenderá a evitarlo. Esto también puede afectar o dañar a otras áreas de la relación de pareja. Una de las consecuencias que afecta al vínculo emocional con la pareja es que extirpamos de ella la “erótica de pasillo” es decir, los arrumacos, los abrazos, las caricias, etc. porque se considera que es la antesala del coito al que no se quiere llegar. Tocarse es fundamental para vincularse emocionalmente. En cambio, nos encontramos con muestras de rechazo a una caricia “quita”, “ahora no”, no porque no se desea esa caricia sino porque no se desea un coito y “una cosa lleva a la otra”… Estas actitudes cortocircuitan la erótica, cargando de pesadumbre a la pareja que sentirá rechaza y, en muchas ocasiones, frustrada y no deseada.

Algunas píldoras:

  • Propiciar espacios de intimidad con la pareja, dedicarse tiempo para hablar, compartir momentos especiales, recordar buenos tiempos, etc. Para ello, es posible que tengamos que organizar mejor nuestro tiempo y que reservemos tiempo y espacio para compartir en pareja. La intimidad es el jardín donde crece la erótica.

  • Cultivar las fantasías. Se puede recurrir a la literatura, arte, comic, películas, etc. Por medio de ellas activamos nuestro cerebro, el órgano sexual más importante, y vamos haciendo que la erótica cobre protagonismo frente al trabajo, la colada y las preocupaciones. Se trata buscar aquello que nos guste y nos active. No va a ser igual para todos, porque nuestra erótica es única e irrepetible.

  • Ampliar las conductas eróticas: dedicar tiempo a las caricias, al masaje erótico, a los besos largos, a volver a sentir por todo el cuerpo y redescubrir nuestra sensibilidad, en definitiva, aprender a disfrutar sin concentrar toda la atención de los genitales y del coito. Rompemos con la mecánica del coito para jugar más y a más cosas. El coito es un juego más, no el único y en muchas ocasiones ni siquiera el más satisfactorio. Reducir la erótica a una sola parte de la misma la convierte en una actividad rutinaria.

  • Si estamos en un punto en que no sabemos cómo recuperar el deseo, acudir a un/a sexólogo/a.

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